A los 15 días quisimos hacer una segunda tanda, intentando corregir los errores de nuestra primera cerveza del pasado día 11. Teníamos botellines suficientes y tantas ganas o más que hace quince días, porque sabíamos (o creíamos saber) donde habíamos metido la pata y queríamos mejorar. Además acercandose el verano teníamos previsto juntarnos con la cuadrilla y prepararles una “cata” con lo que hacíamos.
Quisimos hacer lo mismo paro con más malta, en vez de 4,5 kg, utilizar 7,5, intentando tener una densidad inicial más alta, luego, esperábamos más cuerpo y alcohol. No obstante la densidad inicial tampoco nos dió la medida esperada. Creemos que por temperaturas en la maceración. Debemos mover más la malta, para unificar la temperatura en todos los puntos y tomar la muestra para la prueba del yodo en otro punto, no en la superficie. Asimismo tanto la temperatura de la maceración como el ph del agua son fundamentales para que los procesos se realicen correctamente. Las encimas (que son las que convierten el almidón de nuestro mosto en azucares simples) realizan su trabajo de forma optima a un ph y temperaturas determinados. Nosotros no controlamos ni regulamos el ph (aún), y sabiendo que el rango idóneo es entre 5,2 y 5,7 y que en Bilbao tenemos un ph del agua de 7,97, es una de nuestras tareas pendientes. Además de mantener los descansos a diferentes temperaturas correctamente, bajar el ph del agua es será nuestro próximo reto. Al fin y al cabo el principal ingrediente de la cerveza es el agua. Si queréis más información sobre la maceración seguid este enlace.
En cuanto a la carbonatación hicimos la prueba con “mitad y mitad” y preparamos una disolución con 3,2gr de azúcar+ 4,5gr de miel por litro de cerveza. Pensamos que es mejor no mezclar. Una u otra,